Irreal


Pascual era una persona que distinguía por su impaciencia, solían decir sobre aquel hombre mayor que no sabía apreciar los momentos. Gruñía tanto como respiraba, poco entendía lo que decían sobre disfrutar. Tal vez le asignaron un concepto a la felicidad que jamás logró comprender. Desde muy pequeña escuché que aquello era desperdiciar la vida, porque cada sitio del que disfrutaba, una vez allí, ya ponía su mente en un nuevo lugar en el que ansiaba estar. Hay quienes cambian como el color de las hojas de aquellos arboles, quienes disfrutan de cada estación, y quienes viven entre ellas. Mientras que podría jurar que le apasionan las tardes de verano, aseguro que ya comienza a extrañarlas sin que el otoño siquiera se asome. Aunque en distintas situaciones, a veces los anhelos se transforman en pasado en cuestión de un instante. Los momentos felices hacen parecer que atrapas la felicidad en tus manos luego de tanto haber ansiado, pero es mentira que todo concluye ahí, que existe camino a ella. Es entonces que miras tus manos y parece haber escapado otra vez, y aunque resulte enrevesado, la felicidad está en ese momento que pasas corriendo entre risas sintiéndote a un suspiro de alcanzarla.


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