Reencarnar


Sin importar el lugar, en distintos tiempos y espacios retornaban siempre por igual. Algún pecado habían cometido. Sus almas peregrinaban por toda la eternidad reincidiendo de manera constante en las mismas existencias, y para cualquier ser esto era su mártir. En diferentes contextos, pero siempre en la misma historia. Una y otra vez se volvían a conocer. Siempre era ella la primera en verlo, siempre él era quién debía rebuscarse, siempre ella concretaba, siempre él era el primero en jurar amor. Sus sentimientos nacían una y otra vez en nuevos cuerpos sabiendo a recuerdos añejos, de procedencia tanto familiar como desconocida. Sus miradas siempre se volvían a encontrar. Era como pisar sobre el pasto descalza, como el sol cuando pega en la cara, como bailar en la oscuridad, como la luz que ilumina la cocina antes del albor, como el aroma a frío entre pastizales, como reír en la madrugada, como el sol de verano, como un beso de desayuno, como un viaje en carretera, como dar la primer pincelada al lienzo, como escuchar su canción preferida, como todas aquellas sensaciones de las cuales sólo yo sabía. Cada bienvenida sabía a reencuentro, resonaba de toda una vida. Conocía sobre todos y cada uno de sus detalles. Nuestro pecado se había convertido en castigo, el enredo había resultado perfecto.

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